Sindrome de las prostitutas


Una tarde al salir de mi antiguo trabajo, aunque no iba a ningún sitio y tampoco tenía algún plan específico, salgo apresurada de la oficina hasta que alguien me detiene. 

En la entrada del edificio había un señor de unos 60 años que me preguntó si yo era inquilina de X piso. A lo que respondo que no, pero que el timbre del edificio parecía ir mal en esos momentos y le pregunto si ya había probado timbrarles. Me dice que sí y continúa con una avalancha de quejas 😡, reflexiones y opiniones acerca de las personas que al parecer eran sus inquilinos o le recordaban a ellos. Mi única reacción fue quedarme callada, escucharlo atenta y decirle que lo comprendía.

Eran las 6 de la tarde y yo me encontraba un poco cansada pero intento ser cordial y educada con él. En una pausa de su speach me comenta “tú no eres de por aquí, ¿de dónde eres?”. Y le respondo que de Guatemala (yo también le había escuchado un acento latinoamericano pero no podía identificar de dónde exactamente). Al final me dice que es de Uruguay y que vivía en Vigo desde hace mucho tiempo, pero que rara vez se encontraba a personas tan amables como yo. “A partir de ahora cada vez que nos veamos, me saludas”, me dijo de forma muy segura, yo no sabía si tomarlo como una observación, amenaza o broma, pero continúa - “a veces la gente, y muchas personas de ciudad, padecen del síndrome que me gusta llamar el - síndrome de las prostitutas -”. Yo solo abro los ojos MUY sorprendida 😲 por la afirmación tan directa, sin entender realmente a qué se refería y me dice - “...¿y sabes por qué le llamo así? Porque tengo una amiga de esas de la vida alegre que me enseñó que cuando ella va por la calle y ve a sus clientes o ellos a ella, se hacen los locos y no se saludan”-.  Mi reacción fue reírme un tanto incómoda por el tema, pero continúa - “¡Sí, te lo juro! Yo creo que si vamos en la calle y nos vemos nos deberíamos de saludar con las personas. Si veo de lejos a un amigo que iba triste y lo saludo, a lo mejor le alegro un poco el día. ¿Por qué vas a agachar la cabeza y hacerte el loco como estas señoritas? Al menos para nosotros, no hay motivo”-. Le respondo que tiene toda la razón y le aseguro que si nos volvíamos a ver nos daríamos los buenos días o buenas tardes sin duda alguna. Pero ya tenía que irme para poder alcanzar el bus que me llevaba a casa. Él también se despide de mí sonrientemente.


Hay situaciones inesperadas, de temas inimaginables y de personas desconocidas que nos hacen reflexionar, sin importar el tono con el que nos lo digan o el tema tabú del que se trate. Ésta sin duda no fue la excepción. 
Tristemente nunca volví a ver al uruguayo, pero ese día me quedé contenta de haberlo conocido brevemente y de ver cómo su ánimo se transformó, porque pasó de enojo a felicidad gracias a algo tan sencillo como haber conversado con una perfecta desconocida. Solo puedo esperar ¡que ese síndrome no se le contagie a nadie ni en esta ni en otra ciudad! 🤭